Cada julio, el mundo del ciclismo fija su atención en el Tour de Francia, una prueba que va más allá de lo humano. Detrás de los más de 3.300 kilómetros que se recorren en 21 etapas hay un engranaje técnico de precisión que garantiza que la competencia transcurra con seguridad, eficiencia y velocidad.
La edición 112 del Tour comenzó el 5 de julio en Lille y culminará el 27 del mismo mes en París. Durante este recorrido, figuras y equipos de élite afrontan subidas míticas como el Mont Ventoux y el Col de la Loze. Pero no están solos: los acompaña un complejo ecosistema de vehículos de apoyo, motocicletas, bicicletas tecnificadas y neumáticos de última generación que aseguran cada metro del recorrido.
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Las ruedas de los vehículos oficiales del Tour de Francia son hechas con material reciclable
Este año, más de 70 vehículos oficiales están dotados con neumáticos fabricados con hasta un 65 % de materiales renovables y reciclados, lo que marca un paso importante hacia la sostenibilidad en grandes eventos deportivos. Además, por primera vez, todas las motocicletas encargadas de asistencia, cobertura mediática y logística ruedan con llantas diseñadas específicamente para ofrecer agarre y estabilidad en todo tipo de clima.
Desde el año 2000, la velocidad promedio de carrera ha aumentado un 6 %, en parte gracias a los avances en tecnología aplicada a las bicicletas. Compuestos como el Black Chilli y estructuras como el diseño Lazer Grip permiten un mejor control y menor resistencia, haciendo que los corredores literalmente “vuelen”.
Siete equipos profesionales, incluidos INEOS Grenadiers, UAE Team Emirates y Movistar Team, han optado por neumáticos que maximizan el rendimiento en todas las condiciones. Este detalle técnico puede parecer menor, pero en el alto rendimiento, cada segundo cuenta.
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Para los aficionados, saber elegir una buena llanta también es crucial. Un compuesto que responda bien en mojado, un diseño lateral que favorezca las curvas y una durabilidad comprobada son claves que cualquier ciclista puede aplicar, incluso fuera del Tour.
Más allá del espectáculo deportivo, el Tour de Francia 2025 deja claro que el futuro del ciclismo también se construye desde la ingeniería, el respeto por el medioambiente y una visión integral del rendimiento. En cada etapa, no solo compiten atletas: también lo hace la tecnología que los impulsa.