Barcelona ha entrado en una fase crítica tras la decisión del club de retirarle la capitanía a Ter Stegen, una medida que expone no solo un conflicto puntual, sino una fractura más profunda entre el cuerpo técnico, la directiva y sus referentes en el vestuario. El arquero alemán, uno de los pilares del equipo en los últimos años, se convirtió en el centro de una polémica con fuertes repercusiones deportivas, institucionales y legales.
El problema estalló tras la operación de espalda a la que fue sometido Ter Stegen, con una recuperación estimada inicialmente en tres meses. Sin embargo, el club esperaba que su baja fuera registrada como de larga duración; más de cuatro meses, con el objetivo de liberar espacio salarial en cumplimiento del reglamento de La Liga. Esta maniobra financiera permitiría inscribir a nuevos fichajes como Joan García, joven portero del Espanyol, y al delantero inglés Rashford, procedente del Manchester United, operaciones clave para reforzar al equipo de cara a la nueva temporada.
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No obstante, el portero alemán optó por no autorizar el acceso de terceros a su historial médico, una decisión amparada por su derecho a la confidencialidad. Esto impidió que Barcelona pudiera ejecutar el plan que había diseñado para optimizar su masa salarial. La negativa de Ter Stegen fue interpretada por el club como un acto de desobediencia institucional, lo que derivó en la apertura de un expediente disciplinario y, posteriormente, en la retirada temporal del brazalete de capitán, ahora en manos del uruguayo Ronald Araújo.
Desde el entorno de Barcelona, se justificó esta acción como una medida administrativa necesaria en un contexto de restricciones económicas impuestas por La Liga, donde cada euro de margen cuenta para mantener la competitividad deportiva. Sin embargo, la situación ha generado una ola de críticas tanto desde sectores internos como externos al club, que consideran que la entidad ha sobrepasado los límites al tomar represalias contra un jugador por ejercer un derecho legítimo.
La Asociación de Futbolistas y la misma La Liga respaldaron la postura del portero, quien se ha mantenido en silencio públicamente pero con un respaldo creciente dentro y fuera de España. Incluso desde la Federación Alemana se ha observado con preocupación la tensión generada entre Ter Stegen y su club, considerando que podría impactar su rendimiento y rol en la selección nacional.
Mientras tanto, el equipo regresó recientemente de una exitosa gira por Asia, donde cosechó triunfos frente a Vissel Kobe, FC Seoul y Daegu FC. Pese al buen rendimiento colectivo y las destacadas actuaciones individuales, el ambiente en el vestuario se ha visto enrarecido por esta disputa, justo antes del Trofeo Joan Gamper, una cita tradicionalmente simbólica para la afición culé. Por primera vez en muchos años, Ter Stegen no portará el brazalete ni dirigirá palabras a los hinchas desde el césped del Camp Nou.
Por ello, el futuro inmediato del guardameta es incierto. Si bien continúa siendo parte de la plantilla, el expediente abierto podría prolongarse y condicionar su relación con el cuerpo técnico y la dirigencia. Además, con la llegada de Joan García, se intensifica la competencia bajo los tres palos, lo que podría alterar el estatus histórico del alemán como titular indiscutible.
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Este episodio refleja una crisis institucional que trasciende lo deportivo. Barcelona, sumido en una constante lucha por equilibrar sus finanzas, parece haber entrado en conflicto con los mismos jugadores que lo han sostenido en sus años más turbulentos. La ruptura con Ter Stegen no solo pone en riesgo la estabilidad del vestuario, sino que puede marcar un antes y un después en la forma en que el club gestiona su relación con sus figuras más representativas.