La salida de Luis Díaz al Bayern Múnich se ha convertido parta el entorno del Liverpool en lo que hoy muchos consideran un error estratégico. El equipo inglés, que en el pasado exhibía una ofensiva temida en Europa, atraviesa un presente lleno de dudas en su construcción colectiva.
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El traspaso del guajiro al club alemán dejó al Liverpool con la obligación de reinventarse. Confiaron en figuras como Florian Wirtz, Hugo Ekitiké y Jeremie Frimpong, pero hasta ahora ninguno ha conseguido reproducir el desequilibrio y la intensidad que ofrecía el jugador cafetero.
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Figuras de la talla de Jamie Carragher han sido contundentes al analizar la situación: “el actual Liverpool no juega al fútbol, juega al baloncesto”, una crítica que refleja la percepción de un elenco desordenado y sin rumbo claro.
Cuando el colombiano estuvo en cancha, los 'reds' mostraron mayor fluidez y creatividad. Tras su salida, se evidenció un ataque previsible, con menor capacidad de sorprender a defensas bien paradas. Ante esto, la prensa habla de un “un conjunto que parece un desastre” si no logra corregir de inmediato las falencias que hoy lo aquejan.
Durante su paso por Inglaterra, Díaz tuvo altibajos. Hubo jornadas donde se le señaló como un futbolista “frustrante” por su bajo nivel, aunque también recibió elogios por actuaciones de gran nivel. No en vano, algunos medios lo calificaron como “uno de los mejores del mundo”, recordando que el Bayern desembolsó una cifra de 75 millones de euros para asegurarse sus servicios.
En el presente, el extremo colombiano vive un inicio prometedor en la Bundesliga con cuatro goles y tres asistencias en ocho partidos. Sin embargo, su rendimiento en la Champions no ha estado exento de críticas, especialmente cuando parece otro jugador en los duelos europeos.
Sin embargo, desde la dirigencia inglesa, la estrategia parecía clara: renovar el frente de ataque, recaudar dinero y apostar por un proyecto joven. Más allá de eso, la llegada de los nuevos jugadores como Florian Wirtz, Isak y compañía no ha calado bien en la hinchada de Anfield que ya ha empezado a reclamar la salida del colombiano como un error.
El vacío que dejó el guajiro no solo se mide en cifras, sino en lo intangible. Su capacidad de encarar, su atrevimiento y esa velocidad explosiva eran armas que desajustaban cualquier defensa. Hasta ahora, ninguno de los recién llegados ha logrado replicar esas características con regularidad, generando una sensación de carencia ofensiva en momentos decisivos.
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Liverpool se mantiene en lo alto de la Premier League, pero esa posición contrasta con la percepción de fragilidad que transmiten sus actuaciones. El liderato, en vez de calmar las aguas, aumenta la presión sobre el entrenador Arne Slot y sus dirigidos, quienes deberán demostrar que pueden sostener resultados y estilo sin la chispa del colombiano.