El camino que recorre un equipo en un torneo grande nunca es lineal. A veces se gana, a veces se pierde, pero lo que queda es lo construido, lo colectivo, lo mostrado, lo que se puede proyectar hacia el futuro. Y la sub 20 colombiana encaró este Mundial con esa combinación de sueños, nervios, talento y ambición.
Una selección que no alcanzó la final, pero dejó huella que va más allá del resultado.
Qué dejó el recorrido colombiano
Colombia jugará los 7 partidos que se había propuesto jugar y mostró estadísticas realmente buenas, en los seis partidos anteriores acumuló, 2 empates, 3 victorias y solo una derrota, con un rendimiento del 61 % en general. En esos partidos anotó 8 goles y concedió apenas 5, mantuvo un promedio de posesión alrededor del 51 % y compitió mano a mano con selecciones favoritas como España, Noruega y la misma Argentina, sin intención de esconderse.
Sin duda alguna, el momento más doloroso fue el choque frente a Argentina en semifinales, una barrera que se volvió una constante, no fue que Colombia no peleara, sino que encontró un rival al que no logró superar en instancias decisivas. Aún así, el estilo de juego que se construyó empezó a marcar una identidad clara, transiciones rápidas, presión alta, dinamismo en el ataque y compromiso defensivo incluso sin balón.
Más allá de la eliminación
Aunque el título no se logró, el proceso entregó herencia para el fútbol colombiano. César Torres y sus dirigidos dejaron jugadores con rodaje internacional, ideas frescas y una base que puede alimentar la selección mayor. En el balance final, no hay vergüenza en caer frente a un rival con peso mundial. Hay más bien, material para crecer, aprender y levantar cabeza para lo que viene.