La posibilidad de que el VAR sufra una transformación profunda en el Mundial 2026 ha encendido el debate en el entorno del fútbol internacional. La IFAB, organismo encargado de regular las normas del juego, estudia permitir que esta herramienta participe en más situaciones de partido, un planteamiento que podría redefinir el rol del arbitraje en torneos de gran magnitud.
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De aprobarse, el campeonato sería el escenario para poner en marcha una innovación que promete tanto mayor precisión como nuevas polémicas. En este contexto, surge la inquietud sobre cómo se aplicarían estas nuevas funciones.
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La entidad evalúa que el soporte tecnológico intervenga también en acciones hasta ahora intocables: disputas por el saque de esquina, balones que cruzan la línea de fondo y jugadas de doble amonestación. Esta propuesta busca evitar fallos que históricamente han generado controversias. Basta recordar episodios como aquel gol anulado a Fernando Morientes en 2002, donde la interpretación del juez, sin apoyo de video, dejó dudas imposibles de resolver en tiempo real. La IFAB apunta a que errores como ese no vuelvan a repetirse.
De acuerdo con los reportes del medio que reveló la información, la intención de los legisladores del deporte es clara. En palabras del artículo, “la precisión es una necesidad urgente en competencias donde cada detalle puede alterar la historia del torneo”. Con esta idea como base, consideran que ampliar la participación del sistema no solo permitiría decisiones más justas, sino también mayor armonía entre las situaciones que se revisan y las que no.
Por otro lado, la posible habilitación del VAR para intervenir en tarjetas por acumulación de amarillas ha generado un intenso intercambio de opiniones. En múltiples competiciones, equipos se han visto perjudicados por sanciones apresuradas que, sin posibilidad de revisión, cambian el rumbo de un enfrentamiento.
Los defensores del cambio afirman que permitir una segunda mirada ayudaría a evitar expulsiones incorrectas. Según lo citado en la información original, los promotores de la iniciativa destacan que “la justicia competitiva debe prevalecer por encima de la rigidez normativa”.
Sin embargo, un sector del fútbol teme que esta evolución tenga efectos secundarios indeseados. La preocupación principal radica en la fluidez del juego. Cada verificación demanda tiempo, y añadir más categorías revisables podría fragmentar el ritmo de los encuentros, afectar la intensidad y generar tiempos muertos que frustren al público. Parte de los críticos coincide en que esta “sobrecarga de tecnología” puede diluir la esencia espontánea de este deporte”.
Al margen de las diferencias, lo cierto es que este Mundial podría convertirse en un laboratorio para poner a prueba una versión más amplia del apoyo electrónico al árbitro. La presencia de cámaras más precisas y un equipo especializado permitiría que decisiones cruciales se tomen con un nivel de certeza inédita. No se trata solamente de validar jugadas polémicas, sino de garantizar, según la visión de la IFAB, un espectáculo más transparente y menos condicionado por errores humanos.
Para cerrar, conviene resaltar que esta discusión no solo abarca aspectos técnicos, sino también filosóficos. El fútbol siempre ha sido una combinación de reglas y emoción, de técnica y azar. Cualquier modificación, por necesaria que parezca, exige encontrar un punto medio que preserve su esencia.
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Mientras la IFAB delibera, aficionados, entrenadores y jugadores se preparan para un torneo que podría marcar un antes y un después en la historia del arbitraje moderno. La decisión final se conocerá en los próximos meses, pero el debate ya está instalado en el corazón del deporte.