A las puertas del sorteo del Mundial 2026, la Selección Colombia afina cálculos y expectativas de cara a una fase inicial que podría resultar favorable si la suerte acompaña. El próximo 5 de diciembre, la ceremonia definirá los 12 grupos de la primera ronda, en un evento en el que el conjunto dirigido por Néstor Lorenzo partirá desde el Bombo 2, condición que le permitirá evitar a varias potencias, pero que también lo obligará a medirse con un cabeza de serie de la primera urna.
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En ese contexto, resulta evidente que las alternativas más atractivas provienen del grupo de anfitriones. México, Estados Unidos y Canadá aparecen como los oponentes más manejables para el elenco cafetero. Aunque suelen ser competitivos en su confederación, ninguno atraviesa un momento de brillantez ni muestra un nivel dominante a escala global.
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Los aztecas viven un ciclo de transición, los norteamericanos aún no consolidan la generación que prometía dar un salto definitivo y los canadienses, pese a su crecimiento reciente, mantienen irregularidades que pueden ser aprovechadas. Para jugadores del calibre de Luis Díaz, James Rodríguez y Jhon Arias, medirse ante un anfitrión podría significar un arranque cómodo siempre que impongan intensidad y jerarquía desde el pitazo inicial.
Desde otra perspectiva, el Bombo 3 también ofrece rivales que, en el papel, parecen accesibles. Catar, Uzbekistán y Arabia Saudita representan selecciones disciplinadas, tácticamente ordenadas y con una identidad clara, pero con un nivel competitivo inferior al del combinado tricolor.
El conjunto catarí no ha logrado mantener el impulso que le dio organizar la cita de 2022; los uzbekos muestran crecimiento, aunque sin resultados que los proyecten como un rival de élite; y los sauditas alternan buenas presentaciones con bajones pronunciados, lo que los convierte en un adversario menos temible. Para Colombia, cualquiera de estas tres alternativas luce razonable, siempre que consiga imponer su ritmo de juego y evitar partidos trabados o de excesiva fricción.
Para el cierre del grupo, el Bombo 4 ofrece un abanico de posibilidades que podría resultar favorable si aparece la combinación ideal. Nueva Zelanda, por ejemplo, es un contrincante conocido y recientemente superado por la Tricolor en un amistoso que dejó en evidencia la diferencia de jerarquía.
Además, la presencia de una selección proveniente del repechaje intercontinental, como Congo u otro representante de confederaciones con menor rodaje internacional, aumenta las probabilidades de un cierre asequible en la fase inicial. Este tipo de adversarios, aunque suelen ser intensos y físicamente fuertes, no cuentan con la experiencia ni la continuidad competitiva que sí tiene la escuadra de Lorenzo.
Mirando el panorama completo, el escenario soñado para Colombia tendría un cabeza de grupo como Canadá o México, la compañía de Catar desde la tercera urna y un cierre ante Nueva Zelanda o un conjunto clasificado por repechaje. Un grupo así permitiría un inicio sin grandes sobresaltos, con margen para asegurar la clasificación antes de la última jornada y con la posibilidad de administrar esfuerzos en un certamen que, por su formato ampliado, exige planteles en plenitud física.
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Con la cuenta regresiva en marcha, la expectativa crece y las combinaciones posibles se multiplican. Aunque el sorteo siempre guarda espacio para las sorpresas, el equipo de Lorenzo llega en un momento de estabilidad, con futbolistas en buen nivel y un plan de juego consolidado. Si la fortuna acompaña, Colombia podría encontrarse con un arranque amable que le permita mirar con optimismo el camino hacia las fases decisivas del torneo.