La Selección Colombia encienden las alarmas con mesura, pero también con responsabilidad respecto al manejo de las cargas físicas de varios jugadores que son considerados pilares indiscutibles dentro del proyecto de Néstor Lorenzo.
El cuerpo técnico, consciente de la exigencia que representa llegar en plenitud a un torneo de semejante magnitud, ya perfila una estrategia de seguimiento puntual para evitar que el exceso de minutos o la sobrecarga muscular comprometan la disponibilidad de sus principales figuras.
En primera línea aparece el caso de Richard Ríos, una de las revelaciones del fútbol colombiano en el exterior y pieza clave del Benfica de José Mourinho. Su consolidación en el mediocampo del club portugués ha sido tan contundente como vertiginosa: pasó de ser una alternativa interesante a convertirse en un jugador prácticamente insustituible.
Esa continuidad, aunque positiva desde lo deportivo, implica un nivel de desgaste que el cuerpo técnico colombiano observa con detenimiento. La intensidad con la que Mourinho suele exigir a sus futbolistas en cada fase del juego obliga a que Ríos administre sus esfuerzos para evitar un riesgo de lesión en el tramo previo al Mundial.
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Otro frente que preocupa es el del Crystal Palace, donde tanto Daniel Muñoz como Jefferson Lerma se han convertido en dos piezas estructurales. Muñoz, desde el sector derecho, ha alcanzado una regularidad admirable, combinando despliegue, vocación ofensiva y solidez defensiva. Su presencia constante en la Premier League lo expone a una de las competiciones más demandantes físicamente del planeta, algo que Lorenzo y su equipo técnico siguen muy de cerca.
En el caso de Lerma, la situación es similar. El volante caucano no solo es un motor en el mediocampo del Palace, sino que además funge como líder silencioso del equilibrio táctico de la Selección Colombia. Sus recorridos, su capacidad de recuperación y su sacrificio en cada partido son virtudes indispensables, pero también factores que requieren un control absoluto sobre su estado físico. La recomendación desde la Federación, según se ha conocido, pasa por encontrar espacios de descanso y rotación con el fin de llegar al Mundial con el tanque lleno.
En el sector ofensivo, la preocupación se dirige hacia Luis Díaz, quien vive una nueva etapa en su carrera tras su llegada al Bayern Múnich. El guajiro ha tenido una adaptación intensa y marcada por la exigencia alemana, conocida por su ritmo alto, su despliegue físico y su nivel de competencia interna.
Díaz se ha convertido rápidamente en un elemento influyente en el ataque bávaro, pero precisamente ese protagonismo puede elevar los riesgos si no se administra adecuadamente su carga de partidos, especialmente considerando el calendario apretado del club de Múnich.
Colombia observa con lupa el presente de sus principales figuras. El objetivo es claro: evitar que un exceso de minutos comprometa la disponibilidad de jugadores fundamentales en el engranaje de Lorenzo. A poco tiempo del Mundial, la prioridad es que estos nombres lleguen sanos, frescos y en el punto óptimo de forma para afrontar el desafío más importante del ciclo. La Copa del Mundo no admite improvisaciones, y la prevención se convierte en el primer paso hacia una participación histórica.

