John Cena, una de las figuras más influyentes que ha tenido la WWE se despidió de las luchas después de dos décadas. Frente a un recinto colmado y millones de espectadores alrededor del planeta, el luchador estadounidense puso punto final a una carrera construida con disciplina, carisma y una conexión emocional difícil de igualar dentro del entretenimiento deportivo.
La despedida se produjo en el Capital One Arena de Washington D. C., escenario elegido para un combate que simbolizó el cierre de una era. Cena, convertido desde hace años en sinónimo de grandeza dentro del ring, aceptó el reto final ante Gunther, actual campeón mundial pesado. El enfrentamiento no fue una simple lucha: fue un relato cargado de tensión, resistencia física y memoria colectiva, con un público consciente de que asistía a un momento irrepetible.
Desde el primer intercambio quedó claro que no habría concesiones. El veterano recurrió a su repertorio clásico, ejecutando maniobras que marcaron su legado, mientras el campeón respondió con una intensidad brutal. Durante más de veinte minutos, el combate avanzó como una narrativa de desgaste, hasta que el desenlace sorprendió a muchos. Cena terminó rindiéndose ante una llave de sometimiento, un final que rompió con su histórico lema de “Never Give Up” y que generó una ola inmediata de debate entre los aficionados.
La polémica no tardó en instalarse. Parte del público esperaba una victoria simbólica o, al menos, un cierre distinto para quien fue durante años el rostro de la compañía. Los abucheos se mezclaron con aplausos, reflejando una división emocional comprensible ante la despedida de un ídolo. Sin embargo, más allá del resultado, el mensaje parecía claro: el adiós no debía idealizarse, sino respetar la lógica de una nueva generación que toma el relevo.
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Tras la campana final, el ambiente cambió por completo. El ring se transformó en un espacio de homenaje. Varios luchadores actuales y leyendas de la empresa ingresaron para rodear a Cena, reconociendo su impacto dentro y fuera del cuadrilátero. En uno de los gestos más simbólicos de la noche, el protagonista dejó sus muñequeras y zapatillas en el centro del ring, un acto silencioso que resumió mejor que cualquier discurso el cierre de su etapa competitiva.
El momento más emotivo llegó con el micrófono en mano. Visiblemente conmovido, Cena agradeció al público con palabras que quedaron grabadas en la memoria colectiva: “Gracias por permitirme servirles todos estos años”. La frase, breve pero cargada de significado, confirmó que no se trataba de una pausa ni de una despedida abierta, sino de un retiro definitivo del ring como luchador activo.
La carrera del estadounidense comenzó en 2002 y estuvo marcada por récords, títulos mundiales y una presencia constante en los eventos más importantes de la empresa. Fue héroe para unos, villano ocasional para otros, pero siempre protagonista. Su capacidad para trascender la lucha libre y convertirse en figura global del entretenimiento elevó el alcance de la WWE y consolidó su nombre como referencia cultural.
La gira final, denominada “The Last Time Is Now”, sirvió como recorrido emocional por su trayectoria. Cada aparición estuvo cargada de nostalgia y reconocimiento, hasta desembocar en esta última noche que, con sus luces y sombras, terminó siendo coherente con la evolución del negocio. El retiro de Cena no solo marca el final de una carrera, sino el cierre de un capítulo que definió a toda una generación de fanáticos.
Hoy, lejos de los focos del ring, su legado permanece intacto. Resiliencia, trabajo constante y compromiso con el público son los valores que quedan como herencia. La lucha libre seguirá su curso, pero la figura de John Cena ya ocupa un lugar permanente en la historia, ese espacio reservado únicamente para quienes lograron convertir cada combate en un recuerdo imborrable.

